El arte sólo tiene sentido cuando se comparte.
Ser llamado "el malabarista de Dios" no es solo un título: es una misión y una forma de vida. El malabarismo va más allá de la técnica o el espectáculo; es una vocación a usar los dones que he recibido para inspirar y despertar algo más grande en los demás. Cada actuación es más que entretenimiento: es una oportunidad para brindar alegría, esperanza y significado a través del arte.
Cada espectáculo es una celebración del propósito. Con humor, precisión y movimiento, busco crear un puente entre el arte y el espíritu, demostrando que la fe puede expresarse en un lenguaje universal. Las mazas y las argollas son solo herramientas; el verdadero mensaje reside en el equilibrio, la ligereza y la persistencia que representan los malabarismos. Sugerencias
Ser el malabarista de Dios significa abrazar el escenario como un lugar de encuentro. Es usar mi arte no solo para entretener, sino para transmitir valores que perduran tras el telón: la perseverancia, la alegría y la certeza de que cada uno tiene un don que compartir. El malabarismo puede ser el lenguaje, pero la esencia de cada actuación es la conexión.
Los estudiantes se sintieron profundamente inspirados por la actuación de Paul Ponce. Su talento, disciplina y energía alegre dejaron una huella imborrable en nuestra comunidad. Un verdadero ejemplo de arte y dedicación.
Pablo trajo luz y alegría a nuestra misión. Su espectáculo no sólo fue entretenido, sino también estimulante, recordándonos el poder del arte para unir e inspirar.
Un artista de talla mundial con un corazón dispuesto a servir. La actuación de Paul Ponce en EWTN fue cautivadora y significativa, llegando al público con belleza, humor y esperanza.